viernes, 15 de julio de 2016

1- Charly, no preguntes...

¡Qué no! ¡Qué no es lo que parece!- Le repetía a su hermano insistentemente- Deja de parlotear y escúchame- Finalmente consiguió que se sentara junto a él. El yeso que inmovilizaba su pierna derecha le ocasionaba unos picores insoportables y mucha incomodidad. Intentó cambiar de postura rehuyendo la mirada.- ¿por qué estas tan enfadado? ¿Qué quieres que te cuente? Yo estaba inconsciente. Apenas recuerdo el accidente. Sé que me hablaban e intentaban que no me durmiera, pero yo solo quería irme, algo o alguien tiraba de mí. Era una sensación placentera, como si una nebulosa brillante me envolviera, y lo siguiente fue verme en un hospital luchando por mantenerme despierto. Se, por vosotros, que entre un momento y otro transcurrió una semana. Pero no, yo no os oí a ninguno, ni sentí que me tocarais, no tengo recuerdos de ese periodo. Una vez estuve despierto, si recuerdo las pesadillas, y la inquietud, y el miedo a no poder volver a ser el mismo.

- Pues nada te hacía reaccionar, y aunque los médicos opinaban que el estado de inconsciencia sería transitorio, no podían estimar cuanto tiempo duraría.
Lo peor fue que ocurrió estando tu novia presente. Marta vino a verte. Como las visitas eran limitadas y dado que tu novia no cedía su sitio a ninguno, fue mamá quien una vez más lo hizo. Mientras, yo hablaba con los médicos. Dicen que solo se acercó a tu cama y te tocó la cara, pero lo cierto es que tu pulso cardíaco se aceleró hasta tal punto que hizo saltar las alertas. A pesar del susto, era bueno lo ocurrido, pero durante el día y medio restante por mas que te tocábamos y besábamos no se apreció reacción alguna por tu parte. Tu novia se desesperaba, te hablaba dulcemente, te susurraba al oído... pero nada.
No había coágulo, ni daño cerebral gracias a que llevabas el casco, tu inconsciencia era una manera de autoprotección, un mecanismo de defensa frente a una situación postraumática. Podías volver en cualquier momento, o no. Marta volvió a petición del médico y fue alucinante. Se acercó a ti para que respiraras su olor, te besó en la mejilla y en los labios, y te mordió el lóbulo de la oreja, y aunque la máquina volvió a sonar el médico quiso que siguiera. Era tu organismo el que reaccionaba, te movías agitado, transpirabas y la sujetaste la mano. Ella te habló quedamente, sin soltarse y te fuiste tranquilizando. El médico dijo que tuviste una erección... A las pocas horas despertaste preguntando por ella.
¡Claro esta! Por mucho empeño que puse en explicar que Marta es una amiga de la familia, que nos conocemos desde pequeños, resulto poco creíble. A todos nos quedó claro qué te ponía, y como te ponía... ni tu propia novia.

- Ya, y eso te ha dado pie a pensar que entre Marta y yo hay algo, ¡pero si estaba inconsciente!
- ¡La conociste!, Y no hablas con mamá, ni con tu novia, sino conmigo, no hace falta que te excuses, te recuerdo que soy médico y que lo presencié.
- Actualmente entre Marta y yo no hay nada, bueno si, recuerdos, buenos y no tan buenos, pero no he vuelto a verla desde el duelo por la muerte de su padre.
- ¿esos recuerdos no tan buenos son la causa de que no volviera a verte?
- Imagino que no querría provocarme un infarto. Imagina que plan... sobrevivo a un accidente de moto y la palmo por un calentón. - Ironizó.
- ¡Qué frívolo eres!
- ¿Y qué quieres qué diga? Desconozco qué sucedió, estaba inconsciente.- Repitió nuevamente.
- Si eso esta claro, pero antes, has dicho que actualmente no hay nada...
- No quieras saber... Te vas a enfadar mucho... No te lo contaré... Fue hace mucho tiempo. Además no te importa. Fue una historia muy íntima- Había conseguido intrigarle pero no tenía intención de contar más, y así se lo dio a entender cuando le pidió un analgésico.
- No puede dolerte la pierna.
- Pues me duele.
- No tiene por qué. Estas huyendo.
- Me duele, y me pica, y me pone nervioso...
- Intenta dormir- Dijo acompañándole a su habitación- Terminarás acostumbrándote a los somníferos.
- Si es que éste calor... y los picores no me dejan descansar.
- ¿Por qué no ha vuelto? Eso si me lo puedes contar.
- Debiste casarte con ella. - Ignoró la pregunta de manera intencionada.
- ¡Claro, y ahora tendríamos mujer los dos!
- ¡Dame una pastillita de esas por favor! Necesito dormir y no pensar.
- ¿Estas intentando huir?- Busco los ojos de su hermano que esta vez no le rehuyó la mirada. ¿Qué ocultaba? ¿Qué había tras esa expresión burlona, tras esa mirada brillante?- Ella nunca se hubiera casado conmigo.
- Si ni siquiera intentaste salir con ella, y no será que te lo dije veces.
- Es la hermana de un colega.- La mirada escéptica de su hermano le hizo sonreír.- A ti eso te da igual.
- Tienes razón, ella nunca saldría contigo... mirándote bien, no eres su tipo.
- ¿Y tu sí?
- Si lo fuera no iría a verme al hospital como una furtiva.
- ¿Resentimiento?
- No, ya no.- Se movió inquieto.
- No me pidas otra pastilla, no te la voy a dar. Charlemos hasta que te duermas.
- Entonces cambiemos de tema.
- ¿Qué pasa, este no te gusta?
- No mucho la verdad.
Ahora su mirada se había tornado fría y distante perdida en algún punto de la habitación que durante muchos años compartieron.
- No es lo que te imaginas.
- Ya, eso ya lo has dicho. Según tu, no te enrollaste con ella, no, es otra cosa.
Parecía ausente, perdido en sus pensamientos. Cerró los ojos y se durmió, o se hizo el dormido...
- La he querido más que a mi propia vida- Confesó casi en un susurro, sin abrir los ojos- Jamás he hablado de ello con nadie, y no sé si sabré hacerlo de manera ordenada.
- Pero ¿de cuando me estas hablando? Porque Marta es mucho más joven que tú... - Su hermano tenía razón, no estaba preparado para saber lo sucedido.
- Hace mucho. El año que me casé. Ahí empezó todo. Tu no estabas, Jorge tampoco. Durante ese año Marta y yo habíamos coincidido varias veces en diferentes lugares. Un día que llovía pasé por la parada del autobús, ella estaba allí, la recogí. Fuimos a tomar un café y por primera vez le di plantón a mi novia. Consciente o inconscientemente, no lo sé, empecé a provocar encuentros, a buscarla. Íbamos a jugar a billar, la enseñé a saltar en paracaídas... Cualquier cosa qué hiciéramos juntos resultaba excitante. La relación con Lidia iba de mal en peor y comencé a dudar. Entonces me cambiaron el destino y Marta a su vez marchó a Londres. Nos distanciamos. En ningún momento cruzamos la línea. Hasta ese momento yo llevaba el control de la situación y aunque ella provocaba y disfrutaba con alguna que otra situación comprometida, no habíamos pasado del beso en la mejilla a modo de saludo. Yo volví, ella también. La busqué desesperadamente. Faltaba una semana para mi boda. Vosotros organizasteis una fiesta de despedida de soltero.
Desaparecí y fui en su busca con una sola idea en mente: despedirme. Perdí el control. Me gustó, me gustó mucho. Pasamos juntos la noche y parte del día siguiente.
En un acto de valentía temeraria hablé con Lidia, no le conté quién era si que existía otra persona, que tenía dudas, muchas, y que no sabía si deberíamos casarnos... ¡Y entonces exploto! Ella habló con su padre, que a su vez habló con el nuestro...
Esta es otra cosa que no sabes, hace mucho tiempo sorprendí a papá con su amante. Nunca me atreví a decírselo a mamá, pero mi relación con él cambió. Radicalmente. Es genético. Yo estaba haciendo lo mismo que él, “eso” que tanto había repudiado y condenado, y que jamás pude perdonarle. No podía casarme.
Pero ¿cómo iba a hacerle eso a la hija de su socio? Jamás me lo consentiría. Le conté la verdad ocultando la identidad de la “otra” y no se inmutó. Me aconsejó mantener las dos relaciones, debía casarme como estaba planeado y seguir con mi vida. Me presionó, amenazó, chantajeó hasta que me di por vencido. Me casé como estaba previsto y no volví a ver a Marta, por supuesto ella faltó a la boda, no así sus padres y tu amigo del alma.
No le di explicación alguna, y eso me dolía, porque no quería que ella se confundiera y formara una idea equivocada... Deseaba que supiera lo importante que era para mí y que podía contar conmigo para lo que necesitara... Estaba preocupado, ella era muy joven y yo la había hecho mucho daño sabiendo desde el principio que las cosas iban a ser así, que no podían ser de otra manera porque yo carecía del valor necesario para romper con todo y enfrentarme a papá... bueno, y a mamá, que también tendría mucho que decir.
Como el mundo de Marta y el mío pertenecían a universos distintos, si no provocábamos un encuentro no coincidiríamos nunca. Ella con su manía de viajar y aprender idiomas... Yo sabía que huía.
Entonces me enviaron a Berlín a un curso y ella estaba cerca, y mamá insistió: “Tienes que llamarla, fíjate allí sola, tan joven, quizá necesite algo...” Su madre me dio, creo que fue un cheque y su dirección... Al fin y al cabo éramos como hermanos, añadieron.
El primer día libre que tuve, alquilé un coche y fui a buscarla. Tenía muchas cosas que contarle, deseaba profundamente tenerla cerca. Vivía en una residencia de estudiantes. La encontré distinta porque ya no la miraba con los mismos ojos. Aunque le habían dicho que estaba allí, no confiaba que me atreviera a ir a verla. Parecía sorprendida y algo incómoda. No sabía que decir. Estábamos en un Café, uno junto al otro sin hablar, sin mirarnos, y entonces ella se volvió hacia mí y sonrió, y yo me relajé, el ambiente se distendió y lo tuve todo claro.
Estuvimos juntos un año, hasta que se enteró de que Lidia estaba embarazada. Como si hubiera olvidado que yo era un hombre casado me castigó con toda la furia que los celos le permitieron. Si algo tiene Marta, es que es capaz de sacar lo mejor y lo peor de mí. Y en esa ocasión no estuve acertado. La hice ver que era tan responsable como yo de la situación a la que habíamos llegado. Ella me regaló el que a partir de ese momento sería su calificativo favorito: cobarde. Y tenía razón, pero me era indiferente. Estaba cansado, y solo quería perderla de vista. Bastantes problemas tenía ya como para que ella comenzara a crear otros. Me largué y comenzó para mí la etapa más tranquila de toda mi vida. Realmente estaba enfadado con ella por creerse con derecho a pedir explicaciones y a exigir. Por eso no me permití echarla de menos. Me auto convencí de que era sexo. Sólo sexo. Bueno, muy bueno, pero solo sexo. Mi relación con Lidia... era más completa.- Rió burlón buscando con la mirada a su hermano pequeño que estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared intentando asimilar cuanto escuchaba.
- ¿Ahí terminó todo?- Preguntó suavizando el tono para no dar a entender la confusión que sentía, después de un instante de silencio.
- ¿Estas bien?- Pregunto extrañado.
- Todo lo bien que se puede estar después de descubrir que tu hermano se ha estado pijando a la chica que te gustaba.- Atacó.
- Te advertí que no te iba a gustar saberlo
- ¡Capullo! ¿Y por qué no te acordaste de mi cuando fuiste a por ella?
Si era una cría.- Se lamentó.
- No tan cría.
- Ya te encargaste tú de que aprendiera.
- No te enfades conmigo por hacer lo que tú nunca te atreviste...
- No me diste opción.
- ¡Venga ya! Pero si os creíais que era lesbiana porque nunca la visteis con un tío.
- Eso fue una broma
- Estoy seguro de que a Marta le divirtió mucho saberlo.
- Mira paso, no te aguanto- Dijo poniéndose en pie.
- Charly- Le llamó.- Lo siento. No te enfades
Al oírles gritar, su madre irrumpió en la habitación de forma inesperada recriminándoles su actitud. Ambos hermanos se miraron sorprendidos.
- Ha llamado Marta. – Dijo mirándoles inquisitoriamente.
- Sois unos egoístas.
- Te has pasado todos estos años negándola- añadió dirigiéndose a su hijo mayor- y en un acto de generosidad absoluta, arriesgándose a quedar descubierta, te devolvió a la vida. Aún no la has llamado dándole las gracias.
- Y tú, que tanto te preocupas por ella - Era el turno del pequeño- ¿sabrías decirme qué pasó con ella después? ¿La viste salir? ¿Te interesaste por su estado al menos como médico ya que como amigo te preocupan otras cosas? Porque para ella no fue agradable. Ni siquiera tuviste la precaución de hacerlo cuando estuvierais solos, y no con todos nosotros presentes. Pudo negarse, y no lo hizo.
- ¿Qué sabes de todo esto, mamá? ¿Has estado escuchando tras la puerta? – Preguntó Roberto.
- Que en todos estos años la única vez que te he visto sin esa expresión distante y cínica en tu rostro fue en el hospital, después de que ella se hubiera ido. Ni el nacimiento de tu hija alejó de ti esa mirada fría y huidiza. Eres escurridizo como un pez, y no serás nunca feliz si sigues mintiéndote.
- De verdad que no sé cómo aún os habla. Bueno a Charly, a ti, y muy a pesar suyo, sólo te ama. – Sentenció mirando fijamente a su hijo mayor.

Y salió de la habitación dejándoles perplejos y en completo silencio.

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